El acuerdo entre Magnetto y Carrió perjudica a todos.
Es obvia la intencionalidad editorial de sus últimas tapas. Ofende a la inteligencia de sus lectores la suma de operativos de demolición política, falsamente presentados como noticias impactantes. Hablar de una estampida inflacionaria cuando no la hay (recordemos la híper, por favor); instalar que en el G-20 se juega el destino de la deuda del Club de París para luego –cuando esto no ocurra, porque no es el objetivo del viaje– calificar la gira presidencial como un fracaso; y la última, la más grave, enlodar el debate del Presupuesto 2011 con desopilantes denuncias sobre coimas o presiones, en alianza con la aun más desopilante Elisa Carrió.
En su desesperación, el Magnetto político arrastra a buena parte del sistema de representación parlamentaria. Convengamos que nadie hace más por la inseguridad jurídica del país que él defendiendo su cuenta bancaria. Es cierto: Magnetto no tiene ninguna chance de victoria. Su estrella declina. La Corte Suprema de la Nación, la más insospechada de los últimos 40 años, acaba de suspender las obras de José Aranda, el socio de Magnetto en Clarín, y del magnate húngaro George Soros, en la localidad correntina de Ayuí. Esto antes no pasaba. Es inédito.
Tampoco el discurso público actual tiene un solo dueño. En otro momento, ante la sola mención inflacionaria, millones hubiesen ido corriendo a comprar dólares, y fideos para abarrotar la alacena. Ya no. Pero, aunque débil, Magnetto todavía puede hacer daño. Hoy, nuestro país, no tiene Ley de Presupuesto. ¿Qué quiere decir esto? Sencillo: después de una operación político-mediática encabezada por la dupla Magnetto-Carrió (aquella que dijo que Clarín era el único límite al autoritarismo K: ¿se acuerdan?), el Parlamento decidió que el Ejecutivo no disponga de fondos en 2011 para pagar, entre otras muchas cosas, la Asignación Universal por Hijo, la movilidad jubilatoria, los aumentos a docentes, empleados públicos y policías, la finalización de Atucha II, y así los etcéteras podrían seguir por miles. Una mayoría parlamentaria que sólo se pone de acuerdo en generar zozobra institucional, cuestionando el sistema presidencialista que nos rige, logró paralizar el país del año que viene. Todo esto, por supuesto, con el Clarín azuzando a la batalla final. En los hechos, quieren remplazar el proyecto de Presupuesto enviado por el Ejecutivo por uno distinto, confeccionado, desde la oposición, por Alfonso Prat Gay, hermano del Ceo de Molinos Río de la Plata, símbolo de la Argentina exportadora. Un capricho imposible, nacido de algún tipo de patología psiquiátrica. Que quede claro: no es Moyano el que bloquea, traba y perjudica la gobernabilidad democrática. Son Magnetto, Carrió y el dueño de los fideos y el arroz que aumentan en el súper.
Son ellos los que intentan deslegitimar con escenas melodramáticas la propuesta original. Hablan de una supuesta “Banelco”, agitada por la diputada Cynthia Hotton, cuya credibilidad está puesta en duda por ella misma cuando no identifica a quien sería el autor de un ofrecimiento, también indeterminado. Es muy recomendable escuchar su versión. Es infantil.
Nuestro país tiene incontables episodios de corrupción política. Las ofertas amistosas y los canjes de favores son la peor expresión de la vieja política. En la mayoría de los casos, no se conoce autocrítica pública de los involucrados, muchos de los cuales son los que ahora agitan estos fantasmas y se rasgan las vestiduras por las inverosímiles denuncias que Clarín amplifica, en su afán por dañar a la viuda de Néstor Kirchner, sepultado hace apenas dos semanas. Cualquier persona sensata diría que si el gobierno estaba dispuesto a ofrecer las dádivas, que se denuncian con más histeria que evidencias, habría obtenido la mayoría legislativa necesaria para sacar adelante su Ley de Presupuesto. Eso no ocurrió. Como tampoco va a pasar nada con las denuncias judiciales, útiles para la propaganda de cara a las elecciones del año próximo e inútiles para la vida de todos los días de millones de argentinos. Y conste que esto lo decimos hoy.
Algo estaría fallando, entonces, en la versión que Magnetto-Carrió pergeñaron para satisfacer un mismo objetivo: intoxicar el sentido común de la sociedad con las más burdas y cualunques expresiones de la antipolítica, para sembrar el miedo, la desconfianza y el sentido de catástrofe que hacen posible que en otras latitudes triunfen variantes, más o menos fascistas, del populismo conservador. Sí, conservador. Hace tiempo que la pelea dejó de ser entre Clarín y el gobierno. La pelea es entre la democracia de todos y el poder corporativo de unos pocos. Magnetto debería dejar su diario, fundar un partido político y lanzar su candidatura a presidente, como hizo Santos. Está a tiempo de hacerle ese favor a la democracia. Vice ya tiene: su nombre es Carrió.