La militancia y los antimilitantes
Eduado Anguita
La muerte de Kirchner produjo un sacudón que liberó un sentimiento larvado en muchos sectores que hasta pocos días antes no se hubieran definido como peronistas ni kirchneristas.
Si hubo un rasgo distintivo de la13a fecha del Torneo Apertura fue el de las manifestaciones de apoyo a Cristina y de homenaje a Néstor en todos los estadios. La hinchada de Gimnasia, lógicamente, fue más cristinista. Racing, que jugó de local, desató su pasión por Néstor. El termómetro de los estadios es un dato incuestionable del calor popular. En la última semana se hicieron más visibles diversas expresiones de identidad con esta etapa del kirchnerismo. Una, no menor, fue la Marcha del Orgullo Gay, que fue multitudinaria y que tuvo en la cabeza a Martín Sabbatella y a Hugo Yasky, entre otros dirigentes de ese espacio. El sábado, La Cámpora convocó a una reunión a todos aquellos que quisieran sumarse a este entusiasmo de militancia que cristalizó con la desaparición física de Néstor. Se acercaron centenares de jóvenes que nunca habían participado en agrupaciones políticas.
Es cierto que las encuestas dan cuenta de un fervor que está muy por encima de la adhesión que el gobierno tenía. O, más bien, la muerte de Kirchner produjo un sacudón que liberó un sentimiento larvado en muchos sectores que hasta pocos días antes no se hubieran definido como peronistas ni kirchneristas. Tal vez, haya un actor social que emerge como cristinista. Pero, sobre todo, se está produciendo un cambio más complejo, en el que pareciera asomar, además, una afirmación del peronismo y del kirchnerismo. Entre otras cosas, porque la Argentina ocupó con Néstor un espacio más protagónico en Latinoamérica. Y Hugo Chávez no deja de resaltar el rol del peronismo en la región. Del mismo modo que Lula o Marco Aurelio García no dejan de destacar lo valioso que resulta el kirchnerismo para el laboratorio del Partido de los Trabajadores de Brasil, y cosas similares afirman José Mujica, Evo Morales y Rafael Correa. Es decir, buena parte de la izquierda y el progresismo argentinos antes esquivaba al kirchnerismo, hay que decirlo, por su origen peronista. Sin embargo, a partir de lo realizado estos años en materia de Derechos Humanos y redistribución de la riqueza, esos sectores sociales mostraron cierta afinidad que se consolidó por la identificación entre Kirchner y esos líderes latinoamericanos.
Quizá por escasa comprensión del fenómeno nacional o por la intoxicación de la prensa opositora y la historia oficial. Pero también porque el vacío que dejó la muerte de Juan DomingoPerón y los años de menemismo son capítulos complejos de este movimiento cambiante y heterogéneo.
La realidad –a tan pocos días de la muerte de quien fue la figura central de la política argentina de los últimos ocho años– es que la presidenta mostró la fibra de una dirigente que tiene no sólo una historia personal de compromiso sino la pertenencia a una historia de luchas y desafíos que se llama peronismo. Y que, más allá de Cristina, hubo un cerrado respaldo de gobernadores claves –como Daniel Scioli y José Luis Gioja– y de la dirigencia cegetista. Pero no fueron los actores centrales sino que acompañaron, con toda legitimidad, un cambio que sale de abajo.
MILITANCIA SÍ O NO. Si Rosendo Fraga, Joaquín Morales Solá, Mariano Grondona, Jorge Fontevecchia o Jorge Lanata no tuvieran audacia no habrían reaccionado con tanto fervor en contra de la militancia. Esto lleva a confirmar que la antimilitancia es una variante de la militancia. Son militantes de la antipolítica en una versión en la cual los dirigentes y cuadros intermedios surgen, se consolidan o se desvanecen en función de si se insertan en su territorio, su gremio o algún otro espacio de construcción social.
Lo que ellos expresan, junto a muchos otros fervorosos anticristinistas, surge de espacios exclusivamente mediáticos. Podrá decirse que es exagerado poner en el mismo lote a Grondona y a Lanata. Sin embargo, viven en barrios similares, veranean en Punta del Este y les gustan los mismos lugares para comer. Es más, comparten, desde experiencias distintas, un desprecio por los políticos tradicionales que tienen un título de abogado y antepasados en el radicalismo. Sus referentes son empresarios como Julio Saguier y, especialmente, Héctor Magnetto, quien por estos días está evaluando hacerse una compleja operación que le mejore el habla, ya que está muy preocupado porque sus voceros Eduardo Duhalde y Julio Cobos perdieron credibilidad aun entre sus pares del llamado Peronismo Federal y el radicalismo. Magnetto no dudó en graficarlo así: “Néstor se llevó a Cobos y a Duhalde al cajón.” Dice, además, que tendrá que emerger alguien desde las segundas líneas. De cara a 2011 parece demasiado poco tiempo.
OTRA IZQUIERDA Y PROGRESISTAS. Vale la pena reproducir un párrafo de la edición de Perfil del domingo pasado, no para emitir un juicio de valor sobre Libres del Sur o de otros que sobrevivieron a la militancia de aquellos tiempos. Fontevecchia a la hora de pegarle al gobierno no se fija en gastos y por eso hizo entrevistar a Humberto Tumini y a otros dos hombres de los ’70. La decisión de dar entrevista a un medio así trae como consecuencia que la edición termina mostrándolo como un hombre entre básico y nostálgico, y no como alguien que tiene una propuesta diferente. Dice Perfil: “Nosotros estábamos dispuestos a dar la vida por nuestras ideas. El problema, igual, no es tanto dar la vida, sino que los ideales y el proyecto sean genuinos y profundos. En el caso de Kirchner, ese proyecto no es genuino. No veo a Scioli o De la Sota despertando ese espíritu militante”, contó Tumini. Y agregó: “La Cámpora tiene los mismos vicios de la vieja política. Son todos funcionarios. Está totalmente alejada de los ideales por los que luchábamos nosotros.” El diario de Fontevecchia agrega, para rematarlo: “Tumini fue funcionario del Gobierno y como el dirigente social Jorge Ceballos, se alejó desencantado con la ‘peronización’ del oficialismo”. En defensa de Tumini, nunca fue funcionario.
Días pasados, Marcos Novaro le dio una entrevista radial a Carlos Burgueño, quien lo presentó como historiador y le preguntó por el significado del concepto militancia. Novaro aclaró que no es historiador sino sociólogo, y se despachó con que militancia expresa una idea de intransigencia. Hubiera sido un gran aporte aclarar que él mismo había formado parte de las filas del Partido Intransigente durante el gobierno de Raúl Alfonsín. No tiene nada de malo, más bien todo lo contrario, aclarar que uno cambia de punto de vista. Pero para alguien que asume un compromiso público tiene que hacerlo, a riesgo de denostar algo que, en algún momento, fue parte de su concepción de la política. No parece ser una ecuación sencilla ser funcional al espacio que los medios opositores le otorgan a esa categoría de “intelectuales”, muchos de los cuales se formaron en grupos políticos con ideales de transformación.
Este ejercicio no tendría sentido si la sociedad argentina no estuviera en pleno tránsito, en plena transformación. Porque la redistribución de los ingresos no es una simple operación contable. Es una desi-gual pelea en plena democracia. Y puede avanzar en la medida que los ideales de justicia social se encarnen en cada vez más sectores. Para eso, se necesitan fuerzas sociales organizadas, conducción política amplia pero firme, y también militancia. Mucha militancia.