Menos deuda y más soberanía
Endeudamiento y desendeudamiento. El problema de la deuda externa permanece en la historia argentina desde 1826.
Sus efectos históricos fueron nefastos. Por una parte, significó un drenaje impresionantes de recursos; por la otra, implicó la sujeción a la política económica dictada por los acreedores a través del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Es un tema que forma parte de la política económica global. No sólo afecta a los acreedores y a los deudores, sino que consolida o cambia la estructura del poder económico interno. Por eso, pagar, renegociar los pagos o no pagar, sólo tiene sentido dentro de una estrategia económica de conjunto, uno de cuyos puntos importantes es el de la deuda. Establece de modo muy claro a quiénes se beneficiará y a quiénes se perjudicará con esa política.
Al respecto, en la historia argentina hubo dos políticas opuestas. La primera consistió en afirmar la hegemonía del establishment financiero nacional e internacional. Así, desde 1976 y durante 25 años rigió el régimen de renta y financiero, con los resultados conocidos.
En otros períodos, se ejecutó una política antagónica, basada en los recursos nacionales y el mercado mundial. En el plano financiero internacional se practicó el desendeudamiento, como medio para realizar una política económica nacional y popular. Después del empréstito Baring de 1826, el único momento en que desapareció la deuda externa fue durante el primer gobierno peronista.
Al final de la convertibilidad, se cayó en una espantosa situación económica y social. La situación de endeudamiento era insostenible y, a fines de 2001, el gobierno del ex presidente Adolfo Rodríguez Sáa declaró el default y la Argentina desapareció de los mercados financieros internacionales. La crisis comenzó a revertirse en 2003 con el gobierno del presidente Néstor Kirchner. En 2005, se renegoció la deuda externa con una quita de 65.000 millones de dólares; pero no se tocó la deuda con el Club de París.
Este Club es al ámbito en el cual se renegocia la deuda externa oficial multilateral. No tiene miembros fijos ni una estructura institucional. Representa un conjunto de prácticas y procedimientos que se han ido implantando desde la primera reunión realizada en 1956, en la renegociación de la Argentina con sus acreedores estatales. Las reuniones están abiertas a todos los acreedores oficiales y se realizan en el Ministerio de Finanzas de Francia, cuyo titular es el presidente del Club de París.
La deuda base es la del 31 de diciembre de 2001, que ascendía a 6.050 millones de dólares. Estos montos están sujetos a ajustes por pago de intereses que deberán discutirse en la negociación. Según los registros del Club de París, la Argentina adeuda 6.868 millones de dólares. De este total, el 49% fue generado antes de 1989, el 9% durante la presidencia de Raúl Alfonsín y el 42% en las de Carlos Menem y Fernando de la Rúa. Los principales países acreedores son Alemania (34,2%) y Japón (26,2%); después se ubican Holanda, España, Italia y Estados Unidos con porcentajes que oscilan entre el 6 y el 8% cada uno.
Pago condicionado. El Gobierno argentino quiso pagar esa deuda y, en septiembre de 2008, dictó el decreto 1394/2008 por el que se dispone su cancelación con reservas internacionales. Pero el Club de París se negó a recibir cualquier pago que no fuera de cancelación total, porque en sus prácticas figura una condicionalidad, que obliga a que el país deudor se obligue a aplicar reformas económicas y financieras que deben surgir de un programa en curso con el FMI. Como la Argentina no estaba dispuesta a que el FMI le dictara la política económica, se suspendió el pago.
Se planteaba así una situación absurda: resultaba que no se podía pagar porque la Argentina no tiene préstamos del FMI y, en consecuencia, no existe ningún acuerdo vigente. Era disparatado que la Argentina pidiera un préstamo al FMI y se sometiera a su yugo, para poder pagar una deuda al Club de París. Esa coacción la aplican cuando prestan dinero, pero es ridículo pretenderla cuando en lugar de pedir prestado se paga.
La situación estaba estancada hasta el reciente intercambio de notas. Con fecha 11 de noviembre de 2010 el presidente del Club de París se dirigió al Ministro de Economía, Amado Boudou, para comunicarle que para entablar negociaciones formales es necesaria la existencia de un Programa con el FMI; pero como el Gobierno argentino no quiere hacerlo, los acreedores están dispuestos a considerar un plan informal para pagar totalmente los atrasos y normalizar las relaciones financieras con el Club de París sin la participación del FMI. El Ministro de Economía argentino recibió “con satisfacción” ese mensaje y propuso una primera reunión inmediata. Deberán negociarse el monto total y los plazos de pago.
La soberanía económica. El FMI fue creado en julio de 1944 y comenzó sus actividades en marzo de 1947. De acuerdo con su convenio constitutivo tiene como objetivos fomentar la cooperación económica internacional, el comercio internacional, la estabilidad cambiaria, un sistema multilateral de pagos e infundir confianza. Si un país enfrentaba problemas de pagos, la función del FMI era prestarle dinero para que pudiera enfrentarlos ordenadamente, sin innecesarios ajustes recesivos. A través de los años, esta cobertura teórica se fue diluyendo y el FMI asumió su verdadero papel de guardián de los intereses de quienes manejan el sistema financiero internacional y sus agentes locales en los países.
En ejercicio de esa función aplicaron un dogma neoliberal en todo el mundo y, en particular, se dedicaron a dictar la política económica de los países subdesarrollados. No solamente imponía costosos ajustes a los países deudores para que pagaran sus deudas, sino que además les hacía adoptar las reformas estructurales del llamado Consenso de Washington.
Ventajas de la regularización. El pago al Club de París es ventajoso para todos. Para los países acreedores significa cobrar lo que se les debe. Hay que aclarar que esas deudas fueron generadas en su totalidad por gobiernos anteriores. Con respecto a la Argentina, implica avanzar en el desendeudamiento y su integración en el sistema financiero internacional. Además, el FMI queda afuera.
A través de la historia, las deudas han sido uno de los mayores pretextos para vulnerar la soberanía de los países débiles. Recordemos el caso clásico de los barcos de guerra de Gran Bretaña, Italia y Alemania, que en 1902 cañonearon y bloquearon puertos venezolanos exigiendo el pago de la deuda externa. Mucho después, la deuda externa fue el instrumento utilizado por el FMI para imponer a los países subdesarrollados la política económica del Consenso de Washington. De modo que el desligamiento del FMI realizado en 2005, constituyó una indispensable recuperación de soberanía, que ahora se refirma con este acuerdo con el Club de París.
En este caso, la regularización de pagos permite que la Argentina acceda a mecanismos de financiación internacional que pueden ser ventajosos. No se trata de volver a la trampa del endeudamiento, sino de ampliar los márgenes de maniobra en las relaciones financieras internacionales, por ejemplo emitiendo deuda de largo plazo a tasas bajas y con esos recursos financiar inversión productiva y pagar deuda cara y de corto plazo. Veamos un ejemplo. Los países desarrollados tienen agencias estatales que aseguran las exportaciones de bienes de capital y las inversiones que empresas de esos países realizan en el extranjero. Este seguro hace viable una inversión productiva de magnitud y baja drásticamente la tasa de interés. Por supuesto, en cada caso habrá que verificar la conveniencia de cada inversión productiva; pero sin ese seguro es improbable y cara.
En síntesis, el inicio de negociaciones con el Club de París es doblemente satisfactorio. Por una parte, abre posibilidades de financiamientos convenientes para inversiones de magnitud, a tasas de interés bajas y plazos largos. Por la otra, amplía el desendeudamiento y ratifica la absoluta desvinculación con el FMI. En ambos casos, se afirma la soberanía nacional y aumentan los márgenes de maniobra para llevar adelante una estrategia de desarrollo.