Clarín, La Nación: Otra vez, flagrante desinformación
Como era de esperar, las tapas de los diarios del país (y del mundo) se vieron ayer monopolizadas por el “escándalo” de la diplomacia de los Estados Unidos tras la revelación de los cables del Departamento de Estado de ese país que llevó a cabo el sitio WikiLeaks. El caso es que a diferencia del lunes (cuando el tema todavía estaba en pañales y apenas se daban a conocer los primeros datos), en la jornada de ayer se sumaron a las coberturas numerosos análisis de especialistas, encargados de poner la cuestión en contexto, explicar cómo se mueve el ámbito de las relaciones internacionales y aportar alguna información que ayude a comprender en qué podría derivar esta mayúscula filtración de documentos.
Ahora bien, la mayoría de estos análisis, en general, coincidieron en explicar que el contenido de estos cables debería en principio tomarse “con pinzas”, no por el hecho de que sean falsos (nadie hasta ahora los negó) sino por su propia naturaleza. “Es importante entender que las cancillerías y las embajadas suelen armar carpetas con datos sensibles que son el producto de información fragmentada que van recabando los embajadores y su personal, y que van enviándose permanentemente a sus países de origen. Por su misma naturaleza, estos informes contienen por lo general informaciones preliminares, y en muchos casos incompletas y parciales, sobre temas relacionados con asuntos de política local e internacional. Es por esto que muchos de los informes que salieron a la luz sobre la diplomacia estadounidense no deben adjudicárseles peso propio, ni constituyen por sí mismos una expresión acabada de las políticas, ni determinan las decisiones finales de las delegaciones o de los gobiernos de los países que representan”, advirtió el ex canciller Rafael Bielsa a Tiempo Argentino. Mientras que en La Nación Joaquín Morales Solá explicó (con respecto a la información de los cables relacionada con Cristina Kirchner) que “sabe a extraño que el gobierno de los Estados Unidos haya considerado creíbles tales rumores como para preguntar sobre su veracidad”. En Clarín, por otro lado, Daniel Santoro escribió: “es absolutamente normal que un embajador informe en secreto a su gobierno sobre las opiniones y el estado de salud del presidente del país en el que está acreditado. Lo que es inédito es que esos cables se difundan. Y añadió: “el contenido de estos es agraviante para Cristina, quien enfrenta un dilema. Si fuera un ataque individual, debería protestar y pasar a una escalada. Pero al repasar la mayoría de los cables comprobará que se trata de críticas a gobernantes de muchos países. Basta ver sólo lo que EEUU piensa de sus aliados de Alemania, Afganistán a Irak como para comprobar que la Presidenta está casi última en esta cadena de agravios.”
Entonces: si los cables constituyen información fragmentada y preliminar que no implica una opinión acabada y que además de todo revisten una agresión, ¿por qué, entonces, titular con ellos? Tanto Clarín como La Nación editaron ayer sus respectivas portadas con las “duras” críticas a los Kirchner desde los Estados Unidos, otorgándoles con ello toda la entidad y aprovechando la oportunidad para imprimir en grandes letras las palabras “ineptos en política exterior, impermeables al consejo ajeno y paranoicos del poder”. No sorprende, claro, pero a todas luces se trata de una edición tramposa. Y como tal, vale la pena señalarlo.